Fue una notabilísima actriz francesa, cuya fama llegó a hacerse tan popular que todavía hoy existen unos sabrosos pasteles bautizados con su nombre. Mientras vivió, nadie se atrevió a superarla.
Mientras Sara Bernhardt (1844-1923) se mantuvo en la escena, parecía que no podría haber en el mundo otra más brillante actriz. Recorrió las principales ciudades de Europa y América, recibiendo en todas partes los entusiastas aplausos del público. En su infancia Sara no había dado ninguna prueba que permitiese augurar su triunfal porvenir; era más bien una muchacha de carácter algo apagado y raro; ella misma manifestó que por aquella época había abrigado pensamientos de hacerse monja. A los quince años fue presentada ante el jurado del Conservatorio de París y unánimemente admitida a las clases de declamación. Debutó en las tablas a los veinte años y ocho más tarde ingresaba con todos los honores en la Comédie Francaise. Fue espléndida y generosa: en el recibidor de su casa había un artístico jarrón lleno de monedas; los artistas en apuros financieros sabían que podían introducir la mano… sin tener que exponer su vergonzosa situación.
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1 comentarios:
Me aterra ovservar fotografías de Sara sin embargo no puedo dejar de admirarla
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