De carácter reflexivo e irresoluto, el príncipe Hamlet, maravillosamente analizado en la tragedia de Shakespeare, destaca como ejemplo sublime del hombre agobiado por arduos problemas a resolver. Es una viva imagen de la persona sobre la que se abate un destino cruel.
Por el escritor del siglo III Saxo Grammáticus sabemos la historia de Hamlet. Era hijo de Horvendel, rey de Dinamarca, asesinado por el amante de su esposa, Fengo, hermano del monarca. Para evitar ser también víctima de la conspiración de su tío, el príncipe finge estar loco; pero el asesino teme la venganza de su sobrino y urde un criminal plan, enviándolo a Inglaterra. Hamlet desbarata la conjura y regresa a Dinamarca, siempre con la atormentadora y sopesada idea de vengar la muerte de su padre. Fengo recibe la muerte en medio de una orgía. Para aumentar la tragedia, Shakespeare, entre otras defunciones, añade la de Ofelia, que se suicida al creerse abandonada de su prometido Hamlet, y la de la madre de éste, envenenada por engaño. Al final, mortalmente herido en duelo, sucumbe también el propio protagonista, cuya vida atormentada se ha puesto de manifiesto durante toda la obra.
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