Godofredo IV de Boulogne, más conocido por Godofredo de Bouillón, dirigió los ejércitos de la primera cruzada, con los que derrotó a los turcos y se instaló en Jerusalén. Su gesta llenó de júbilo a la cristiandad.
El poeta italiano Torcuato de Tasso inmortalizó la figura casi legendaria de Godofredo de Bouillon (1061-1100) en su poema “La Jerusalén libertada”. Según se cuenta, el noble francés se dirigió en peregrinación a Tierra Santa y a la entrada del Santo Sepulcro un guarda turco de malos modales le cerró el paso exigiéndole por la visita una cantidad de dinero que el modesto peregrino no llevaba en aquel momento. Godofredo insistió en entrar, comprometiéndose a pagar la cuenta más tarde, pero la respuesta del soldado fue una sonora bofetada. De regreso a su país, el ofendido caballero vendió su ducado de Boulogne para costear su participación en la primera cruzada. Venció a los turcos y en 1099 fue proclamado rey de Jerusalén; pero rehusó tal dignidad diciendo que “no quería ceñir corona de oro allí donde el Salvador del mundo la había llevado de espinas”. Sólo tomó el título de Protector del Santo Sepulcro.
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