El genio artístico de Miguel Ángel se manifestó por igual en espléndidas obras de pintura, escultura y arquitectura, que son el orgullo de Italia. Escribió también delicadas estrofas y poseyó una notable cultura humanística.
Pocos artistas han existido que hayan descollado en tantas manifestaciones artísticas como Miguel Ángel (1475-1564). Sus esculturas de La Pietá, Moisés y David, así como las que adornan los sepulcros de Giuliano y Lorenzo de Médicis, en Florencia, son tan admirables como los fantásticos frescos de la Capilla Sixtina o el delicado cuadro de la Sagrada Familia, su primera obra pictórica. No menos fama le dieron los proyectos y bocetos de la cúpula de San Pedro y los retoques que imprimió a toda la obra. Miguel Ángel trabajaba como poseído de un espíritu creador que le mantenía en tensión durante su trabajo. Ésta debe ser sin duda la explicación de aquel proverbial y anecdótico malhumor que le acompañaba, del que no escapaban sus colaboradores ni altos personajes de la corte pontificia. Además, no era siempre comprendido. Muchos con sólo subirse a los andamios donde trabajaba el artista pensaban estar a la altura de su genio y poder discutir sus obras.
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