Por su particular talento para la narración, el inglés Dickens es uno de los novelistas que no pasan de moda. Sabe entretener al lector hasta el final de la última palabra. Su noble corazón se pone de manifiesto en todas sus novelas.
La infortunada infancia de Charles Dickens (1812-1870), segundo de los ocho hijos de un empleado de la Tesorería de la Armada, se ve reflejada en varias de sus novelas –David Cooperfield, Olivier Twist-, y le sirvió de estímulo para vindicar la causa de los niños expuestos a las injusticias y la brutalidad de los mayores. A los diez años el pequeño Charles trabajaba pegando etiquetas en las cajas de betún, mientras su padre permanecía en la cárcel por deudas. Su formación literaria nació de su pasión por escribir y de una infatigable lectura, robando tiempo a las horas del descanso. Fundó revistas, dirigió periódicos, editó libros y no siempre fue favorecido por el éxito. Pero el incansable narrador no cesaba de escribir y dar conferencias sobre sus propias obras. Murió literalmente agotado a los cincuenta y ocho años.
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