Los cuadros de este pintor flamenco estusiasman por la grandiosidad y riqueza de sus imágenes. Junto a sus personajes históricos campean figuras alegóricas, divinidades mitológicas, rechonchos amorcillos alados y mucha ornamentación barroca, luz, color, vida…
Pieter Paul Rubens (1577-1640) pintó cuadros de gran fastuosidad y trató de vivir de manera semejante a sus cuadros. Siempre en busca del mejor cliente, trabajó para el duque de Mantua, los gobernadores de los Países Bajos y María de Médicis, viuda de Enrique IV de Francia. Para esta última decoró su palacio favorito del Luxemburgo con halagadoras escenas de la vida de su marido. Viajó por Italia y estuvo dos veces en la corte de Madrid, donde conoció y admiró a Velázquez. Para atender los numerosos encargos abrió y dirigió un taller en Amberes, en el cual trabajaba por su cuenta un grupo de aprendices, entre ellos Van Dyck, su discípulo más aventajado. A los cincuenta y tres años, el acaudalado pintor, viudo desde hacía cuatro, se casó con Heléne Fourment, bella muchacha de dieciséis años, a la que había de hacer célebre por los numerosos retratos de que ella compuso.
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